Las vacaciones, especialmente las de invierno, son momentos que idealmente dedicamos al descanso y la desconexión. Sin embargo, para muchas personas que enfrentan dificultades con la alimentación, el cuerpo o el bienestar emocional, este período puede resultar especialmente desafiante.
En mi experiencia y en la de muchas personas con las que he trabajado, los momentos más complicados no suelen aparecer en medio de obligaciones diarias, sino cuando estas desaparecen. Sin trabajo, sin clases ni responsabilidades inmediatas, esas dificultades parecen ocupar más espacio y volverse más evidentes.
Entonces, surge una pregunta clave: ¿realmente aumentan las dificultades en vacaciones o simplemente se vuelven más visibles porque dejamxs de estar tan ocupados?
Si estas sensaciones están presentes durante todo el año, es probable que el ritmo frenético haya ayudado a mantenerlas en segundo plano. Cuando el tiempo libre crece, también aumenta la atención hacia emociones y síntomas que a menudo evitamos o no logramos enfrentar.
Que este malestar se haga evidente es una señal importante: algo no está bien y merece nuestra atención. Reconocerlo, ya sea para comunicarlo en un proceso de acompañamiento o para iniciar uno, es fundamental para avanzar hacia una relación más amable con la alimentación, el cuerpo y el bienestar.
Si te identificas con esta experiencia, recuerda que no estás solx. Muchas personas atraviesan altibajos similares cuando las obligaciones desaparecen y el tiempo libre deja espacio para estas dificultades.
Este es un buen momento para practicar el autocuidado y la compasión contigo mismo o misma, y para buscar apoyo profesional si lo necesitas.
No tienes que hacerlo todo en soledad. Habla con alguien de confianza o con un especialista que entienda lo que estás viviendo.
Las vacaciones pueden convertirse en una oportunidad para reconectar contigo, comprender mejor tus necesidades y empezar a construir un vínculo más saludable con tu cuerpo y tu bienestar.
Si quieres conversar, estoy aquí para acompañarte.
